Nina Peña

Siempre he dicho que soy aprendiz de escritora y soñadora profesional. De momento he publicado mi primera novela ¿Cómo que a qué huelen las nubes?, un libro de relatos, 8 cuentos perdidos y este otoño saldrá a la venta mi segunda novela, Rosa de los vientos. Sigo soñando...

sábado, 3 de septiembre de 2016


 
 
El escritor Daniel Verastegui, Dani Veras,  nació en Barquisimeto, Venezuela. Hijo de una familia numerosa es el cuarto 10 hermanos.

Cursó estudios en la Universidad Nacional Abierta y actualmente cursa la Licenciatura en Contaduría Pública.

De su etapa de estudiante guarda entrañables recuerdos y muchísimas amistades que perduran en el tiempo.

Desde su niñez, desarrolló un gran amor por la lectura y la escritura, algunos de sus mejores momentos los vivió en la biblioteca Pio Tamayo de su localidad, donde un joven Dani, leía todo cuanto caía en sus manos y es un apasionado seguidor de la literatura española y amante de la poesía clásica.

De ahí nació su amor por la poesía y por las grandes obras de maestros de las joyas literarias que sembraron en él el gusanillo de la escritura y el amor por la metáfora como expresión de arte.

En aquella biblioteca conoció al amor de su vida, María Esperanza, con la que ha formado una familia. Un lugar precioso para conocerse.

Actualmente tiene cuatro libros publicados en Amazon: Cinco Relatos, Encantada Poesía, Brillante Arcoíris y Pueblo Recio.

 Su poesía guarda el sabor y el acento de su bello país, en ella, las metáforas y los significados ocultos deben ser  desvelados por  el lector en su fuero interno porque, a veces, en según qué estrofas, puede que ser que no se entienda si el autor habla de la libertad, de una mujer, o del amor o incluso de las tres cosas a la vez porque eso, es  parte de  todo aquello que lo mueve y que ama, y también lo que le da un aire fresco y natural a su forma de escribir.

Os dejo un poema de su colección, espero que os guste.

Allá por la lejanía 
Mire una corsa blanca,
El viento movió su pelo
Parecía expandir sus alas,
Y un grito desesperado
Amor sonó en su garganta;

Era su amado que iba
Tras vuelo de unas garzas,
Y el destello de su huida
Dejo en el pecho incrustada
Una daga color de oro
Y gotas de sangre manchada.
 
Así me quedaba yo
En mustias sabanas blancas,
El día que no me hablas
Mi alma brinca asustada,
Como salto el crío aquel
Cuando él entro a su casa,
Alegre y desesperado
De alegría mi pecho asaltas;

Apenas con un saludo
Siente seca mi garganta,
El corazón se acelera,
Mi vista viene y se opaca,
Temblando todo mi cuerpo
Con tu dulce amor mi amada.

Me siento como un chiquillo
Cuando encuentra quien abraza,
Aun lejos de mi bien
Por ti suspira mi alma.

 

 
Muchos podrían decir que era verdadera mala suerte que estuviera lloviendo sobre la bella ciudad en el único día en que podía tener unas horas para pasearla y conocerla, para poder hacerla mía un poco más como cada vez que la he visitado y solo he  visto un poco de todo lo mucho que en realidad podía ofrecer.

Muchos dirían que era realmente mala suerte que la lluvia fuera racheada, que cayera en cortinas débiles y oblicuas sobre los sillares de las catedrales, sobre sus campanarios y cúpulas, sobre el empedrado de sus calles, sobre mi ropa por debajo del paraguas y que una especie de nube, de niebla blanquecina, cubriera casi todo el paseo marítimo que podía ver desde la plaza donde he hecho un alto en el camino comprar cigarrillos.

Sin embargo, me he despertado escuchando las campanas en la Catedral de Santa María del Mar, tan cerca que, desde la pequeñísima terraza de mi apartamento, podía ver sus torres. Tan cerca que apenas tenía que girar dos calles para plantarme frente a ella y admirarla con la cabeza y el alma inclinadas, dejando que las finísimas gotas de lluvia mojaran mi cara sin remedio, y eso… eso era cualquier cosa menos mala suerte.

Las piedras parecían humedecerse en melancolía, el gris del cielo las oscurecía haciéndolas parecer aún más viejas, más solemnes. Los sillares de piedra escurrían añoranza de otras épocas, el enlosado del suelo, que las pisadas de generaciones y generaciones habían ido puliendo, brillaba con una pátina de lluvia dejando un color similar al oro. Las gárgolas vomitaban chorros de agua desde sus bocas abiertas que caían directamente sobre el paraguas de algún viandante desprevenido, como si tras tantos siglos aún conservaran el humor y la maldad necesarios para reírse de los simples mortales que durante siglos desfilan bajo ellas con casi los mismos afanes.

Unas gaviotas atrevidas y unas palomas animosas sobrevolaban las torres más altas en círculos casi perfectos.

Imaginé la cantidad de gente que a lo largo de los siglos habría pasado por las mismas losas, la misma plaza y mirado las mismas cúpulas. Imaginé el esfuerzo de la construcción, los cuerpos de hace siglos devastados por el trabajo hercúleo de mover sillares y piedras, de subir materiales hasta el cielo, de tallar en piedra cada una de las formas, estatuas, plintos, gárgolas, celosías y arcos. Imaginé a los animales cargando carros imposibles entre el ruido de una multitud afanosa mientras a lo lejos se podría ver todavía el mar.

Por algo es la Catedral de los marineros y de la gente del mar.

Aquel lugar habla mucho más que de una fe o que de un momento histórico. Aquel lugar, rodeado de calles que conservan los nombres de los gremios  y oficios a los que pertenecían las personas que allí vivían y allí laboraban, estaría lleno de vida de una forma muy similar a la de hoy. Comercios y tabernas, tiendas y pensiones, gente comerciando con distintas monedas y hablando en distintos idiomas en una ciudad abierta al mar y al mundo. Los pobres y los tullidos se apoyan en los mismos sillares para pedir sus limosnas y los cantantes se disputan las esquinas de mejor sonoridad para cantar juglerías y tangos, ópera y teatrillos de picaresca.

Los camareros limpian las mesas de las gotas de lluvia tras abrir los enormes parasoles y pérgolas, tras encender las estufas de un fuego eléctrico  en el que acomodar a los clientes en el mismo lugar donde siglos atrás los mesoneros servirían jarras de vino especiado y encenderían lumbres que permitieran no ya calentarse si no verse en la oscuridad.

En la noche, las antorchas iluminarían apenas una calle lo suficiente como para poder orientarse. En las tabernas se jugarían juegos de seducción con mujeres de moral dudosa tal como ahora hacen las personas que se sientan en las terrazas a beber cerveza Guinness, en los rincones oscuros se sembrarían los besos mientras otros buscarían el resguardo para su descanso en construcciones piadosas.

En el otro lado de la ciudad están inmersos en una construcción similar a la que yo contemplo. A su alrededor, en la plaza llena de árboles, se comercia con productos de este siglo XXI entre el asombro de turistas que sacan fotos con su móvil. Se venden recuerdos de la Basílica inacabada tal como siglos atrás se venderían quizá tallas de madera u alfarería de la Catedral del Mar. Pocos de los que cruzan aquellas calles para acceder al interior recuerdan que en una de ellas fue atropellado por la modernidad el Maestro Arquitecto y que murió en un hospital de indigentes manchado y sucio del trabajo antes de que comenzaran a echarlo de menos y buscarlo por todo el lugar. Son los guías locales quienes cuentan la historia como modernos juglares a peregrinos que se admiran con las buenas anécdotas, restaurando en ese acto su memoria.

Las personas se agolpan en una aglomeración multicolor que la lluvia convertirá en una especie de infierno. Será arriesgado poder pasar entre paraguas chorreantes y afilados por las calles asfaltadas de la Basílica tal como podía ser un riesgo pasar por los barrizales de lodo que aquellas aguas formaron en las explanas de esta catedral.

Somos gente de muchos siglos después realizando casi los mismos actos de muchos siglos atrás tal vez porque la naturaleza humana esta movida por los mismos afanes y los mismos sentimientos, porque seguimos queriendo mirar al cielo, porque seguimos buscando la luz.

No hemos cambiado tanto pese a que hayan transcurrido siglos entre ambas construcciones, pese a que ahora yo disponga de los medios necesarios para poder contarlo desde aquí o pese a que la tecnología haya evolucionado tanto como para que lo lean ustedes desde allí un segundo más tarde.

La esencia vital que nos mueve, las visiones que nos conmueven siguen siendo las mismas. La evolución sigue su curso.
 
 

La camarera con acento de Colombia me confiesa, al ver mi cara mirando la lluvia sobre la Catedral mientras mordisqueo un cruasán y sorbo un café por no inyectármelo en vena, que lo mejor de su trabajo son las vistas. Sin duda. Un auténtico privilegio.

Ver cada mañana esa belleza, el actuar de esas fuerzas opuestas que mantienen la enorme construcción en pie es una merced laboral que pocos alcanzamos.

Me pregunta si estoy de turismo y le confieso con un punto de arrobo que he venido a presentar mi primer libro entregándole como propina (ahí peco de españolismo) unos marcapáginas para ella y sus compañeros. La bohemia de la ciudad hace que algo que a mí me parece extraordinario para ella sea habitual y me da la enhorabuena. No soy la única que llega a Barcelona con un libro bajo el brazo o con partituras o dibujos o lienzos o sueños.

Pienso cuantas personas a lo largo de los años habrán ido con mis mismas quimeras. Es como un ciclo que se va repitiendo y que tal vez nunca llegará a su fin porque nos seguirán moviendo también las mismas motivaciones.

Te irá bien me dice. Ojalá me atrevo a contestarle.

Y sigue lloviendo mientras termino de desayunar y me dirijo a pasear la lluvia por Barcelona a las 8 de la mañana bajo un cielo gris y una ciudad sin transeúntes.

La cabeza va escribiendo mientras mis pies me llevan al paseo marítimo. Mi alma de autora sabe que hay una especie de lección en mis pensamientos que tengo que absorber tal como los árboles de la Llotja absorben la lluvia. Solo hay que estar atenta y mirar.

La lluvia permite ver cosas que el sol oculta, solo hay que aprender a mirarlas.


Hoy quiero presentaros a un amigo, Fernando Pérez Rodríguez.

Fernando nació en la preciosa ciudad de Plasencia (España), en cuyo escudo de la ciudad, reza el lema: “UT PLACEAT DEO ET HOMINIBUS” (Para agrado de Dios y de los hombres). En la actualidad está felizmente casado, vive en España y acaba de adentrarse en el mundo de Twitter, (con lo que os animo a que lo sigáis), aunque sus libros hace tiempo que están en Amazon y seguramente lo conoceréis de Facebook.

Nació en el seno de una familia humilde, siendo el mayor de varios hermanos, todos varones. Desde muy pequeño le gustó escribir, algo que no fue muy bien entendido por sus padres, tal como nos pasó a muchos, y que le preguntaban qué era lo escribía tanto.

Escribir, para Fernando, es un modo de escapar de la sociedad que le rodea y a la vez de plasmar sus sueños, inquietudes y pensamientos. Algo que le define como escritor, puesto que la mayoría de escritores suelen definir esa misma necesidad.

Fernando tiene actualmente tres libros a la venta en Amazon, dos de poemas y uno de cuentos infantiles, pero también está dando los últimos retoques a su primera novela que verá la luz pronto.

Hoy quiero que lo conozcáis un poco mejor y para ello he estado charlando con él y le he hecho unas preguntas a las que amablemente me ha contestado con la naturalidad y sencillez habitual en él.

 

Cuéntame Fernando, ¿Qué te llevó a escribir?

Es my difícil poder explicar el porqué. La verdad es que desde ya pequeño me gustaba escribir y pasaba mucho tiempo escribiendo cosas. Sobre todo a mi madre, le molestaba verme estar escribiendo a casi todas horas y siempre me decía “Que qué hacía escribiendo tanto”.

 

Eso es algo que nos ha pasado a muchos, yo aún recuerdo las risas de mi tío cuando escribía poemas de adolescente jajaja. ¿Desde cuándo llevas escribiendo Fernando? 

 Que yo recuerde escribo desde pequeño. La verdad es que yo no era muy buen estudiante, pero mis dos asignaturas preferidas, eran la historia y la literatura. Me gustaba mucho Quevedo, o Cervantes, pero también otros autores como Lorca, Alberti, Fernando de Rojas y “La celestina”, Gustavo Adolfo Bécquer, sus rimas y leyendas y sus poemas.

 

¿Te consideras un autor independiente? ¿Qué ventajas y qué desventajas tiene auto-publicarse?

La verdad, es que yo no me considero autor independiente como tal, casi se podría decir que ni tan siquiera me considero autor, ni mucho menos escritor, sino un novato en esto, un simple aficionado al que siempre le ha gustado escribir, y que le gustaría, la verdad, que la gente poco a poco le conociera y valorase sus obras y que esas personas que un día me lleguen a leer, sean las que me cataloguen y valoren mi trabajo y encajen en una u otra categoría. Lo que sí tengo claro, es que me queda un largo camino por recorrer, que debo escuchar a todas aquellas personas que me aconsejan y aprender cada día un poco más, para en el futuro poder alcanzar mi sueño y que la gente de verdad me conozca y sean ellos los que me valoren y cataloguen, como ya he dicho antes.

 

¿Como comenzaste a escribir poemas y cuentos infantiles?

 Como ya he dicho antes, siempre me gusto escribir, y como muchas otras personas que estamos en este mundo, lo primero que comencé a escribir fueron poemas, pues siempre he creído, que los poemas son una forma de expresar y sentir lo que uno ve, siente, y tiene a su alrededor y hacerlo de esta forma llegar a los que nos rodean.

Doy fe que muchos comenzamos con poemas o relatos cortos, desde luego, aunque luego siguiéramos con novela. Parece que eso haya sido una especie entrenamiento generalizado jajaja. Yo ahora encuentro la poesía dificilísima y sin embargo tú tienes dos libros de poemas… te admiro por eso Fernando.

 

Cambiando a un tema un poco más prosaico ¿Cuál es tu opinión sobre la promoción y venta de libros en redes sociales y en plataformas digitales?

 Creo que en este mundo tan globalizado, e informatizado en que nos ha tocado vivir, aprovechar todos los medios disponibles a nuestro alcance para darnos a conocer o dar a conocer nuestro trabajo, es una herramienta fantástica.

 

 

¿Tienes algún blog o alguna página en la que podamos conocerte de forma distinta al libro?

En la actualidad no tengo ninguna página, o blog literario propio como tal, la verdad es que en un futuro no muy lejano, si me gustaría crearme un blog. Ahora quien lo desee, puede contactar conmigo por Facebook, o por Twitter.

 

¿Qué escritores tienes como referentes a la hora de escribir?

 La verdad es que no tengo un escritor de referencia, pues me gustan muchos, ya mencioné a algunos en esta entrevista, pero a mí siempre me ha gustado la poesía y por tanto voy a nombrar a dos autores que quizás para algunos no sean tan conocidos: uno sería Luis Chamizo, poeta de mi tierra, Extremadura, y otro sería José María Gabriel y Galán, poeta de la provincia de Salamanca, aunque vivió gran parte de su vida y murió en Extremadura y se le considera un extremeño más.

 

¿Qué géneros te gusta leer?

 No tengo un genero definido, aunque me gusta bastante la poesía, leo de todo: poesía, novela, fábulas, cuentos, etc, etc…

 

Háblame un poco de próximo tu libro, me comentaste que vas a estrenarte con un nuevo género.

 Mi próximo libro es una novela. Una novela que, si queremos podemos catalogarla de dramática, pero también de amor. Se titulará “AMOR DE MADRE”, y mejor y perdonadme, no voy a anticipar nada de ella, pues lo que deseo es que la gente la lea y le guste, y que sea ella quien la valore y me dé su opinión.

 

¡Ay, nos dejas con el misterio! No importa, la leeremos en cuanto anuncies su publicación. ¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos? ¿Sigues escribiendo?

Mis proyectos más inmediatos son vivir y seguir aprendiendo día a día, sin cerrarme a nada, ni a nadie, y siempre mirando hacia adelante.

¡Y sí!, ¡Sigo escribiendo!, y espero seguir haciéndolo durante mucho tiempo mientras tenga fuerzas.

Mi lema sería: Si un día te caes y tropiezas, no tengas miedo en quedarte parado, mejor levántate, no mires hacía atrás, y si cabe, anda con más fuerzas, ganas e ímpetu hacía adelante, pues si de verdad quieres algo, debes luchar por ello y nunca rendirte.

 

Me encanta ese lema Fernando, de verdad. Desde aquí te deseo mucha suerte en todos tus proyectos. Nunca pierdas la ilusión que hay en ti y nunca dejes de perseguir y trabajar por tus sueños.

 





 

 

 

viernes, 13 de mayo de 2016


El nacimiento de un libro.

No sé porqué comencé a escribir. Podría decir que siempre me gustó, que desde niña me encantó leer y fui de aquellas adolescentes que escribía pomas a escondidas y llevaba un diario. Y sería verdad, pero algo incompleta.
No creo que haya un motivo exacto para comenzar a escribir y por supuesto el motivo menos importante o el que parece menos probable sea el poder vivir de lo que una escribe, algo harto difícil en este país y creo que en todos.
Pero si no hay un motivo concreto para comenzar, si hay un impulso, una necesidad, como si no se pudiera seguir sin poner por escrito aquello que te pasa por la cabeza.
A veces las protagonistas toman vida sin que una se dé cuenta, las situaciones van surgiendo sin querer, los hechos que puedan ocurrir, los sentimientos o pensamientos de los personajes van tomando forma poco a poco, a veces mientras estas intentando escribir todo lo contrario de lo que al final acaba sucedido. Es como si tuvieran vida propia y una, al escribir, no fuera más que el medio por el cual los personajes pueden expresarse, la única forma en que pueden vivir, dentro de las palabras y de las hojas que poco a poco voy escribiendo.
Cuando nace un libro casi no te das cuenta de que está naciendo porque el proceso no es tan de repente, no es tan catártico.
Pero ya no puedes deshacerte de él. Todo sigue formándose poco a poco en tu interior, en los pensamientos y hasta en los sueños. A veces cierras los ojos para dormir y ahí están ellos, los personajes dando vueltas en tu cerebro como si vivirán de verdad, como si su carácter su historia o sus actos estuvieran teniendo lugar en ese preciso instante. En cierta forma es así. Mis mejores ideas creen que han sido con la cabeza pegada a la almohada.
No sé porqué comencé a escribir, pero si sé que no podría dejar de hacerlo.
Es una necesidad vital que hasta es independiente de que haya personas que puedan leer el resultado. Lo importante es seguir escribiendo siempre.
Ahora, en unos pocos meses, el resultado podrá estar al alcance de vuestras manos y mi libro dejará de ser mío para pertenecer a aquellas personas que lo lean.
Os lo entrego como quien entrega un hijo al mundo.
Lo defenderé, lo cuidaré, intentaré que crezca lo mejor posible pero ya no es mío, ya será vuestro.
Cuando leáis “Cómo que a qué huelen las nubes” que es su titulo, espero que os guste y que se convierta en una especie de amigo que es lo que son los libros para mí.
Los libros son como buenos amigos que siempre están esperando para tomarse un café contigo y compartir vivencias, alegrías o tristezas, para hacerte pensar, para ayudarte en los peores momentos y subirte hacía arriba. Pacientemente durante años en una estantería esperan que tú los llames para darte todo lo que guardan en su interior.
Todo este proceso de publicación es algo que quiero compartir con vosotros por varios motivos.
Uno de ellos es que sois posibles lectores y me interesa vuestra opinión, pero también porque me parece un proceso interesante y desconocido para la mayoría de gente que suele leer. Una amiga me dijo ayer mismo que nunca se había parado a pensar en cuánto cuesta escribir, en el esfuerzo que supone y en la de cosas que rodean a un libro y que aparentemente no tienen nada que ver. Y eso es lo que quiero compartir antes de que el libro salga a la luz, la parte desconocida, la gestación de un libro.
Luego, cuando ya tengáis el libro en las manos también me gustaría saber vuestras opiniones, él porque os gusta o no os gusta, lo que habéis encontrado entre la líneas o si no habéis encontrado nada…
Gracias por leer esta página y por prestarme vuestra atención.
Ojala os guste cuando lo leáis y ojala se convierta en un amigo más.


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Con todo esto solo me queda por decirte que estoy a tu disposición y que espero leer muchas cosas de ti.

Un saludo. Nina